Más de uno podrá preguntarse la razón del porqué la fiesta del Carnaval no ha cuajado, después de varios intentos de potenciarla, sin éxito, en nuestro pueblo. Muchas podrían ser las opiniones acerca del tema y por supuesto, variadas. Cómo es posible que en localidades bien próximas a la nuestra esta ha tenido una aceptación popular y en llegando el mes de febrero, en vísperas de la Cuaresma, sus habitantes han disfrutado con los disfraces y con la música carnavalesca, con las chirigotas y comparsas, y con todos los preparativos que ella lleva consigo.
En estos intentos esporádicos que se realizaron en nuestra localidad, con la cartelería correspondiente y de forma consecutiva, durante los años 1985 y 1986, tuvimos la oportunidad de contribuir con estas fiestas, ejecutando dichos carteles, los que hoy vamos a colgar en nuestro blog.
El sol fue el protagonistas del mismo, que no quiso permanecer ajeno a tan señalado acontecimiento y que con sus rayos convertidos en serpentinas sostenían las letras que se sumaban a la fiesta de la confusión, del escondite tras el disfraz o de los pequeños aderezos, como los gorros chinescos, las gafas y antifaces, las barbas y bigotes, el bombín y los aros para sujetar como equilibristas a los dígitos del año. Un cartel la mar de sencillo que cumplía seguramente su propósito, el de llamar la atención y usando sólo tres colores, contando el negro sobre el blanco.
Y volviendo a la búsqueda de razones, nosotros nos apuntamos al sentir que cada pueblo tiene en torno a sus fiestas; la idiosincrasia manda aquí no sólo en cada individuo, sino en el conjunto de ellos, o de la mayoría, y para qué repetir los eventos, si nuestro carnaval existía ya en el último día, o mejor escrito, en la última noche de cada año. Y la gente, mayores y pequeños, niños y niñas, mujeres y hombres, individuos y grupos, y no sigo más para que nadie nos critica lo del lenguaje inclusivo, tienen a bien transformarse con uno y mil disfraces, trabajados al máximo, bien elaborados, originales, improvisados y hasta, como siempre, con no pocos transformistas por un rato. ¿Se puede pedir más? Claro que si, no faltaba más. Pero quién se atreve a quitarle el cascabel al gato, porque los que lo intentaron no tuvieron éxito.
Y este fue el del año siguiente, el de 1986, con los mismos colores y la misma sencillez, pero distinto, que en la variedad está el gusto.
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