¡Cuánto cambias las cosas en el devenir de los tiempos!
Aunque las hay también, cosas, que se resisten a su extinción. Las tradicionales postales corren este riesgo, los sellos de las cartas, ¡pobres filatélicos!, casi están a punto de desaparecer; los niños ya no coleccionan estampas, ni las niñas cromos; los tebeos, ahora cómics, ya no entretienen ni divierten a la gente menuda de estos tiempos... ¿Hasta cuándo podrán resistir?...
Algunos de los complementos, dejando aparte los trajes y vestidos de nuestra Primera Comunión, eran principalmente el rosario, el pequeño libro que nos enseñaba a ser buenos y que pocos tuvieron la curiosidad de leerlos, de enfrentarse a su contenido, y las estampitas de recuerdo de esta importante efemérides, con la consiguiente entrega de las mismas a familiares, conocidos y vecinos, con la esperada recepción de algún obsequio a cambio...
¡Hoy, cambió mucho la cosa! Por muy buena intención que tengan algunos de mantenerlas en el candelero; pero lo que no ha cambiado es la ilusión de los pequeños por recibir los regalitos, ni el "compromiso" de los invitados para no defraudarlos. Sin embargo, otros, los menos, seguimos acudiendo a las estampitas, aunque algo más sofisticadas y hasta de mayor tamaño.
Sabedores muchos amigos nuestros y familiares, de nuestras habilidades artísticas, entre otras cuestiones porque vieron modelos, sobre todo en el caso de nuestros nietos, no tuvieron ningún rubor de solicitarnos este favor, de dibujar al niño o a la niña, sustituyendo a la foto de los mismos.
Y para muestra hoy ponemos un botóncito, empezando por los nuestros, claro está.
Este fue el primer intento, el de la encantadora hija en todos los aspectos de Clemente-hijo y de Estela, que también ostentaba como merecimiento el ser la primera nieta de Clemente-padre y de Rosa.
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