Entrega 1, Escrito 9
CUIDADO CON “LAS BALCONADAS”
Sin ánimo de polemizar, ni de buscar más pies de la cuenta a los muchos gatos que pululamos por las, ahora, desiertas calles y tejados de esta España que tanto queremos en épocas difíciles de Santa Bárbara la Tronadora, reflexiono sobre el “uso” y “abuso” de las que llamo, sin pensar en el acierto de la nominación, “BALCONADAS DE LAS OCHO”.
Lo
que comenzó siendo una manera pura y espontánea de homenajear a los muchos
sanitarios, denostados injustamente en algunas ocasiones; ampliada posteriormente
a todos aquellos que, al servicio de la comunidad, se dejaban la piel y algo
más en cuidar y atender a los muchos contagiados, en sus padecer y sus
necesidades. Con algunos fracasados intentos de “caceroladas”, inoportunas y
despreciables, dirigidas contra el Jefe del Estado, Felipe VI, y procedentes de
los “podemitas” y sus adláteres.
Las primeras palmas sonaron a canto celestial
y los ocasionales cantos de profesionales y aficionados tintinearon a música
venida del cielo, o mejor, de los balcones y terrazas, convertidas en mágicos
escenarios de franca solidaridad. De aquí se pasó al intercambio de
reconocimientos mutuos entre los anónimos protagonistas de esta bonita y
emotiva historia de un pueblo que, esperanzado, sueña con el regreso a la
normalidad cotidiana.
La
costumbre, algunas veces, se convierte en práctica monótona, robándole a su
nacer, parte de su esencia original. Y aparecen los “graciosos” de siempre; los
“peligrosos” armados; los que confunden la “velocidad” con el “tocino”; los
irrespetuosos y los buscadores de llamar la atención a costa del todo vale.
Y
aquello que nació puro, aplaudible, espontáneo, sincero, que no se nos vaya de
las limpias manos, de las sanas intenciones y termine su recorrido, convertido
en rutina chabacana.
Fuera de esta reflexión, oportuna o no, seguiré aplaudiendo a todos los que, en su papel de hombre, dan ejemplo de alta hombría.
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