Miércoles, 1 de mayo de 2019.
A 23 días…
VIAJE RELÁMPAGO A COSTA BALLENA. EN BUSCA DEL YODO MARINO.
No sé si es sugestión personal o verdad de
la buena. Cuando transcurre mucho tiempo sin acercarme a la mar (me gusta, como
fiel amada, “feminizar” el mar) aparte de sentir nostalgia, echo de menos, el
respirar el yodado aire de la playa. Mi controlado hipertiroidismo me demanda
con periodicidad, visitar Costa Ballena para llenar mis pulmones de yodo y más
yodo marino. El paseo mañanero de hoy, recomendación de todos y para todos, me
supo a gloria (Mañana llegarán las agujetas) Un día de los buenos, marea baja,
mar en calma (Sin ganas de romperse en su orillar) ni pizca de aire, agradable
brisa marina (De vez en cuando) pocos bañistas, muchos caminantes, poca ropa y
pies descalzos, largo paseo y buen desayuno en el “Prospin”. Recompensa más que
ganada, para una más que breve estancia en nuestro feudo “Ballenero”.
Costa Ballena sigue en su mismo sitio. No
se ha movido ni una pizca, y sigue con las mismas ganas de ser “ciudad o pueblo
fantasma” mientras llegan algunos puentes, vacaciones y, en especial, las veraniegas,
en cuyos momentos cruciales, alcanza categoría de superpoblada. Limpia y
cuidada, a la espera de ser habitada y disfrutada por los residentes y, cada
vez más, por los muchos arrendados. Costa Ballena, en su papel de playa
familiar, enemiga del bullicio, mantiene su pugna con los que, esporádicamente,
se empeñan en darle “movimiento espectacular, juvenil, festivalero y gastronómico.
Ya hubo lo suyo con el intento de montar un auditorio y ahora, lo hay, con la
pretensión de instalar un parque acuático. Y para bien de Chipiona, Rota, Jerez, Sanlúcar
y la Ballena, anda ésta última, cortita en Bares y Restaurantes y, para peor,
bastante caros.
Al filo de la medianoche, algo cansado,
por no estar al loro de estas idas y venidas, os dejo “la nota” del día, por
eso de no fallar en el compromiso de escribir algo, aunque ello sea corto e
intrascendente.
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