viernes, 5 de abril de 2019

Versos y Prosa


Viernes, 5 de abril de 2019.
A 49 días…

SE NOS COLARON, EN EL BLOG CALABUIG2, UNOS POCOS VERSOS Y EL RELATO DEL VIAJE A MADRID, REGALO DE LOS INVITADOS AL DOBLE OCTOGENARIO DE LOS REPETIDOS.


      A veces, los desajustes sirven para ajustar. Y una vez ajustado el tema, el asunto, la cuestión, vuelve la satisfacción del orden y, con ello, se supera la problemática de lo desajustado o de lo descompuesto. Así que, menos rollo y más manteca al bollo de lo bien pensado y bien ejecutado. Y mañana, sábado “sabadete” (de lo mal pensado, nada de nada) a por la tarea del día, a recuperar la normalidad y a seguir empeñado en llegar a la Meta de las Bodas de Oro, con sobradas energías y nueva CELEBRACIÓN.


A BUSCAR VERSOS PARA ENGRASAR LA VIEJA MAQUINARIA

    ¿Dónde y cómo buscar versos,
para huir de la indolencia,
de la apatía canalla,
de la cansina pereza?

¿Dónde y cómo versos míos,
brilláis por ingrata ausencia,
bajo las sombras oscuras
de una impía indiferencia?

Y aquí, el pobre soñador,
y allá, el cansado poeta,
buscan versos descarriados,
a la luz de las Estrellas,
bajo la insensata Luna,
sobre la Mar marinera,
junto al Sol de las mañanas
y  las sombras de la Tierra.



A REDESCUBRIR UN TROCITO DE MADRID (Regalo de los INVITADOS)

     Madrugón, a las 5 de la mañana, el despertador, más sonoro que otras veces, nos despertó definitivamente. No queríamos perdernos nuestro estreno del AVE. A nuestro hijo Clemente, acostumbrado a madrugar, le tocó llevarnos a Santa Justa punto de partida y salida del celebrado tren. En cualquier tipo de estación, terrestre, marítima o aérea, parece que la vida no se detiene nunca, el continuo movimiento de pasajeros y acompañantes, su luminosidad, las propias y características voces informativas, el monótono sonido de las ruedecillas de la maletas, el eco sonoro producido en los grandes espacios de altos techos y los muchos sonidos intrusos que se cuelan o instalan en estos lugares de paso, propician argumentos de novelas, escenas cinematográficas, estampas costumbristas de una época muy viajera.

     Como casi siempre, preferimos esperar más de la cuenta, que llegar a los sitios con el tiempo justo. Nos acomodamos sin problema en los correspondientes asientos del vagón número 5. Una mesita en el centro y cuatro butacas enfrentadas para hacer más entretenido el viaje. Los “regaladores”, hasta el momento, habían previsto con acierto todos los detalles del viaje de los cuatro “catetos de pueblo, representantes de los “vejestorios visueños”. ¡Ja, ja, ja!
Todavía en forma para ciertos menesteres.

     El viaje a Madrid, en AVE, un auténtico paseo. Paradas obligadas y muy breves en Córdoba, Puertollano, Ciudad Real y Atocha (Madrid) Primera llamada de atención, la monumental y mágica transformación de la Estación de Atocha, reciclada de una estación importante de una ciudad importante, a un hermoso espacio multifuncional, con una existencia impensable en los años 60 ó 70. Para tomar un taxi que nos acercara al hotel, una pequeña odisea. Una cola de varios centenares de viajeros, todos con el mismo propósito, tomar un blanco vehículo, con lucecita verde, anagrama de SP y libre de pasajero. Milagro, un señor de los de chaleco amarillo, organizando eficazmente la cola, nos indicó uno de los vehículos que nos llevaría al Hotel Vincci Soho, en la calle del Prado. Las 16 mil licencias de taxis existente en la capital, mostraban su eficacia en este monumental atasco de Atocha.

      En unos minutos nos encontramos en el citado hotel Vincci, recibidos por 3 simpáticas recepcionistas dispuestas a solucionarnos el tema del alojamiento. Sabían, por Estela, de nuestros títulos de octogenarios y del regalado viaje. Desconocían nuestro estado físico y, con seguridad, esperaban vernos con algún “instrumento” que nos ayudara a desplazarnos (Silla de rueda, bastoncitos, etc.) Gracias a los cielos, no era así. Dejamos el equipaje en consigna y hasta que nos señalasen habitación, nos dispusimos a realizar una turné por el Madrid Histórico en un autobús turístico, igualmente reservado por los nuestros, especialmente por Estela, verdadera artista en estos menesteres de organización.

     Convertidos en auténticos turistas, de esos que “sonrosan” sus rostros después de un largo paseo en un bus de dos plantas (descubierta la planta superior) escogimos la 1ª Ruta, la Histórica, por recomendación de los que ya habían disfrutado de esta experiencia turística. Con salida y fin en el Museo del Prado y con la posibilidad de bajarse y retomar de nuevo el bus en cualquiera de las muchas paradas del trayecto, nos dispusimos a gozar visualmente de los encantos de la Capital. Por curiosidad y sobrado de espacio en el ordenador, cito los lugares más emblemáticos del recorrido. Museo del Prado, Puerta de Alcalá, Barrio de Salamanca (pobrecitos los moradores de este “popular” barrio) Plazas de Colón y de Cibeles (¡Aupa Madrid!) Gran Vía, Plaza de España, Templo de Debod, Teatro Real, Palacio Real, Puerta de Toledo, Catedral de la Almudena (¿Se saldrá Franco con la suya?) Plaza Mayor, Puerta del Sol, Museo Thyssen, Museo Reina Sofía, Jardín Botánico y… Museo del Prado. Completísimo recorrido para unos “novatillos catetos”, primerizos usuarios del “Madrid City Tour”. El viaje lo hicimos en dos partes.

     En la Plaza Mayor, donde hicimos la primera parada, tomamos unas cervecitas en un restaurante andaluz, con camareros poco agradables, inadecuados para promocionar nuestra tierra. Muchos visitantes, buen ambiente, mañana luminosa, y frecuentes huidas de los “negritos” con sus puestos “encordados”, cada vez que aparecían los municipales. No olvidamos nuestro frustrado intento de comer en el famoso Mercado de San Miguel. Original, agobiante, variadísimos puestos de variadísimas viandas, superpoblado y bastante caro. Gracias a nuestra particular y apreciada guía a distancia, Estela, que nos indicó, en la misma Plaza de San Miguel un local, con nombre familiar “Emma Cocina”, donde nos despachamos bien.

     Realizada la segunda parte del tour descrita con anterioridad, nos dirigimos al hotel. Nos asignaron habitación. Pepe y Adela, la 101 y nosotros, la 117. Magníficas y completas en todos los aspectos. Su condición de cuatro estrellas se quedaba corta, bien podían alcanzar la quinta.
  
     Uno de los camareros jóvenes nos reservó una mesa en primera línea para ver el partido de fútbol Malta – España (0 – 2) y, al tiempo, cenar. El encuentro no merece el mínimo comentario debido al desarrollo del mismo y la ligera cena medida y suficiente para un par de octogenarios y señoras, más cansados que hambrientos.

     En el bufé del desayuno mañanero, nos desquitaremos de la parvedad nocturna.

“DE MADRID AL CIELO”

     Pecado capital es estar en Madrid y no visitar el Museo del Prado.

     A cada uno le tira lo suyo, aunque en esta ocasión, no creo equivocarme al afirmar que EL PRADO es el más importante Museo de pinturas del mundo, de los que conozco (Louvre(París), British Museum (Londres), Museos Vaticanos (Roma), Galerías Uffizi (Florencia), Museo del Prado (Madrid))


No solo de pintura vive el hombre. Hay que alimentar bien el cuerpo antes de cualquier visita a cualquiera de los Museos citados con anterioridad. Y qué mejor que hacerlo en el hotel donde nos alojamos, después de una reparadora ducha. Un importante inciso culinario antes de reunirnos con los expedicionarios de “Amigo tour”, bajo el mando del guía sevillano, Fernando que nos dará las correspondientes explicaciones de los cuadros a ver y de sus respectivos autores.


      Es bueno visitar una buena pinacoteca con guía o con algún estudioso conocedor de lo que se va a ver, aunque ello suponga abusar de las prisas, del correr y correr, del imposible detenernos algo más de la cuenta en los más importantes cuadros y artistas. Y lo peor de todo es que no estamos, a nuestra edad, en condiciones de repetir visitas a los grandes museos o encontramos alicientes mayores en otras actividades.

     Coincido con Fernando, nuestro guía, que, en el Prado, hay un antes y un después de Velázquez y que, en la programada visita, adaptaremos nuestros pasos y velocidades contemplativas a este argumento.
Al final de la película, nos quedamos con la rapidísima visión de muchos, muchísimos cuadros de todos los tamaños, de muchos autores conocidos y desconocidos, poco disfrutados, que seguirán en el anonimato, por la imposibilidad de retener tanta pintura. ¡Quienes se salvan de la quema? Los más destacados, los más reproducidos, los más conocidos a través de reproducciones y libros de arte.

     Imposible enumerar cuadros contemplados o hacer un listado de pintores famosos internacionales vistos y admirados. Nos quedamos con la satisfacción de haber vuelto al Prado, de haber contemplado, in situ, muchas de las grandes obras expuestas en sus salas, de haber tenido la posibilidad de pisar, sorber, de volver a encontrarnos con tanta maravilla realizada por el hombre y siempre valorada por otros hombres, capaces o incapaces de crear arte.

        En el intermedio de las visitas al Prado, cometimos el error de visitar “El Reina Sofía”. Gastaré pocas palabras en describir la pobre impresión que me causó la visita. Al margen del edificio, como decimos por aquí, cuando algo no nos agrada, un auténtico “Batatazo”. El “Guernica” me defraudó y lo demás, barato y deslavazado complemento del famoso Picasso, de una pobreza manifiesta. Sobrado de propaganda política, pobre en obras de grandes artistas. Inmerecido Museo para Madrid y, en provincias, con el Guernica incluido, no alcanzaría la categoría de importante. Modesta opinión de este escribano. La comida a las puertas del Reina Sofía ni fu, ni fa. Calamares como plato estrella, 2 paellas algo requemadas, postre y café.

     Por la “culpa” de Velázquez, volvimos al Prado, por la tarde a pesar del cansancio acumulado en la larga visita mañanera. Un capricho y un olvido. El capricho, ver “Las hilanderas” y un olvido, no ver “La rendición de Breda”. Aprovechamos esta segunda visita del día para ver con detalle las salas de Murillo y algunas otras que no vimos por la mañana.

     Al hotel a descansar un poco. Lo merecíamos.

     Y por la tarde noche un estupendo musical.


    No sé de donde puede salir un elenco musical tan completo, tan joven y tan bueno. El coqueto Teatro Calderón, con una boca de escenario muy bien embutida en la decoración del escenario para la obra a representar. Del cine al musical en directo, un buen trecho, salvado con una ejecución digna de elogio. Voces magníficas, bailes completos, actuaciones destacadas, música en su debida ejecución, larga duración que se hace corta, todo elogiable. Razones de peso para bien valorar la obra, para disfrutar, para emocionarte, en momentos, para no olvidar en tiempo.

     Teniendo Madrid tan a la mano, gracias al AVE, no estamos en este mundo si no aprovechamos las muchas oportunidades que la capital nos ofrece, referente a espectáculos teatrales, musicales, museos y otras muchas manifestaciones artísticas y deportivas.

     ¿Seremos capaces de REPETIR EXPERIENCIA? En el aire de los poco afortunados queda esta estólida pregunta.

 LO BUENO DURA POCO.


     El pesar del repetido dicho de “¡Qué todo lo bueno, dura poco!” se cumple, casi siempre, con total y absoluta machaconería. Los tiempos del bien estar, del mayor gozo, del aprovechado vivir, corren en su breve existir, y se escapan de nuestras manos y de nuestra desconcertada conciencia, en un santiamén. ¡Cuánto daríamos en alargar la temporalidad   consciente de cualquiera de los felices momentos vividos, ya convertidos en polvo de pasado! ¡Con cuánto placer y gusto pagaríamos el dilatar, el prorrogar, el ampliar la pequeñez de los buenos momentos vividos, reciclados ya en inexistente pretérito!  Da rabia tener que aceptar el fatalismo de lo expresado, con el solo e inservible consuelo de considerarnos seres poseídos, de momento, de buena memoria, capaces de resucitar imaginativamente o con palabras el cercano pasado.

     Pusimos colofón a unos días y unas pocas horas vividas en la capital, con un paseo no programado por una de sus arterias principales, la Calle Atocha, con el fin de comprar unos pequeños obsequios para cada uno de nuestros nietos. En una de esas tiendas, en cuyas entradas están omnipresentes unas vacas de cartón piedra o de poliéster, de tamaño natural, donde se encuentra uno, todo lo impensable para agradar a los pequeños humanos   y a sus “papaces”. Las abuelas, nuestras queridas mujeres, se surtieron de pequeños regalos para los más pequeños. Confiamos en su acierto en los artículos elegidos

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      Nuestra gratitud al joven personal del hotel “Vincci  Soho”, un cuatro estrellas con categoría de mayor rango. Fuimos atendidos, desde nuestra llegada, con   exquisitas maneras y manifiesta naturalidad, exentas de fingidos modos. Así, con extrema facilidad, cualquiera puede recomendar a sus amigos   y familiares, la elección de este tipo de establecimientos en sus visitas a la capital. Si, a lo anterior, unimos una situación privilegiada, a menos de 100 m. del Congreso de los Diputados, de la Fuente de Neptuno y del Museo del Prado, para qué más contar.

      El regreso, en el AVE, con absoluta normalidad y, como debe ser siempre, sin incidencias a reseñar. Una pequeña anécdota. En el viaje de ida, el cansancio del madrugón, no robó los ánimos para la partidita de cartas del “Continental”, quedando relegada ésta para la vuelta a Sevilla; pero eh aquí que, confiamos, antes de tiempo, en la reserva de una de las mesitas de nuestro vagón, y no fue así, imposibilitando en “encuentro”. ¡Otro viaje será! Como inauguración, por nuestra parte, del AVE, la experiencia fue bendecida y, al tiempo, elegida para nuevos y futuros desplazamientos.

     La siempre singular Amparo nos esperaba en Santa Justa para llevarnos, en el amplio coche de su tío, al pequeño enclave visueño, El Viso, más que enano en comparación con la gran urbe madrileña recién visitada. Hacía más de 50 años de la última visita a la capital y algo, mucho, ha cambiado.

     Gracias a los humanos motores e inventores del mágico regalo a estos expedicionarios cumpleañeros que, por primera vez, viajábamos juntos, las dos parejas. De negativo, su brevedad y su rápida consumición.

     Ojalá el capítulo viajero nuestro no termine aquí y podamos gozar de nuevas idas y venidas a remotos lugares, conocidos o desconocidos, siempre acompañados de familiares o amigos, que también tienen derechos a redescubrir y disfrutar del mundo que nos rodea. Ojalá, maleta en ristre, no perdamos nunca la ilusión de viajar, rebasando las fronteras de Carmona o de Mairena, sin olvidar nuestros cercanos encuentros con el añorado mar, a ése que, desde hace algún tiempo tenemos algo abandonado.

     

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