Viernes, 26 de abril de 2019.
A 28 días…
A LA CAPRICHOSA ACTUALIDAD, EL RECURSO DE LOS
VERSOS.
La
actualidad, caprichosa damisela, se vuelve esquiva cuando le apetece,
ofreciéndonos cada mañana a través de los aburridos medios de comunicación,
relatos de sucesos (algunos de ellos inadmisibles e increíbles para la razón
humana) narración de cruentas actuaciones de los hombres contra los hombres, resúmenes
de atentados, macabras retahílas de casos de suma violencia y un largo etcétera
de anuncios y comunicados de lo mal que anda el mundo, Europa, España,
Andalucía, El Viso, su calle Real y nuestra modesta casa, sobrados todos ellos,
de hambrunas, de atentados contra los más débiles, de desprecio a la vida, de
despecho a la naturaleza, de incontables maldades, incitándonos a creer que el
hombre, en lo cotidiano y diario, es un ser despreciable y abominable. ¿Habrá algo bueno que contar de él y de sus
actos? ¿Nos quedará algún lugar de la Tierra, donde sus moradores sean felices
y buena gente?
Cuando la cosa se pone tan fea y tan difícil de cambiar, cuando al
espectador solo le interesa la morbosidad, la crueldad, la barbarie, cuando se
cuantifican los casos de maldad, cuando se enumeran las víctimas, cuando el mal
vive entre nosotros como algo pasajero y necesario, lo mejor es la cobardía del
avestruz, la huida hacia la nada, el pasotismo de la cobardía o el refugio en
el slogan de “La vida sigue”. ¡Bienaventurados
los pesimistas que serán los vividores y dueños del futuro tecnológico!
Hasta aquí el canto apocalíptico con el que, los dueños de este rincón
del universo, quieren subyugar al hombre, convirtiéndolo el inculto cordero,
número de una pobre manada de monótono balar.
Y
ahora, el salmo salvador del verso, el escape, el reniego de “todo es malo”, la
liturgia defensora del hombre auténtico, la rima redentora de la poesía, el
juego de la verdad con la palabra renacida.
¿Qué me llevo de esta vida?
¿Qué me queda del camino?
Unos pies ensangrentados,
esclavos de mi destino.
¿Cómo volver a vivir,
los pasos ya consumidos,
aquellos que se marcharon,
al más viejo de los limbos,
donde pacen sus miserias
y las trovas del olvido?
¿Qué me llevo de esta vida?
Clama el pobre campesino.
Unas manos agrietadas,
al servicio de mi sino.
¿Cómo volver a encontrar,
en un presente furtivo,
las horas que fueron idas,
los tiempos ya consumidos,
la vida que se esfumó,
como soplo de suspiro?
¿Qué me queda?
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