Jueves, 21 de febrero de 2019.
A 94 días…
A LA IGNORANCIA
Antes de iniciar este disparatado monólogo
sobre la IGNORANCIA, entono, sin pudor, el “mea culpa”, al ser, como todos los
humanos, obligado componente de las, cada vez más numerosas, legiones de
IGNORANTES terráqueos y estar, a mi pesar, vestido y ornado permanentemente con
ropas confeccionadas con grandes retales de la indeseada IGNORANCIA.
Dicho lo anterior, que nadie se sienta
molesto con mis decires de modesto escribiente del presente hoy y, si a pesar
de ello, algún dolido humano IGNORANTE, se sintiera herido en su orgullo con
mis palabras, le pido mil disculpas y, al mismo tiempo, le invito, al picarse,
a seguir con su buena dieta de ajos.
La IGNORANCIA y la muerte son atributos
humanos de los que nada, ni nadie nos puede librar. Podremos aliviarlas con la
adquisición de conocimientos o con la olvidada preparación a un desconocido e
irreversible viaje sin retorno. Podremos obviarlas, olvidarlas, odiarlas, pero,
al final, la IGNORANCIA se paseará con nosotros toda la vida y sólo la muerte
podrá librarnos de ella, aunque demasiado tarde.
Decía, con honda tristeza, Antonio Machado
que, en nuestra España, de cada diez cabezas, una piensa y nueve embisten. Esta
hiperbólica, terrorífica y taurina sentencia sobre la IGNORANCIA hispana, me
invita y ayuda a reflexionar en voz alta sobre el polémico escogido tema de
hoy, 21 de febrero del 2019.
Es muchísimo mayor el saco de lo que
IGNORAMOS, que la taleguita de lo que sabemos. Por ello, conviene callar, de
vez en cuando o, al menos, no hablar más de lo necesario y, si fuera posible,
vacunarnos cuanto antes contra la enfermedad del IGNORANTE, consistente en
IGNORAR su propia IGNORANCIA.
La IGNORANCIA, tiniebla insalvable, motor de
ridículos atrevimientos y compañera inseparable a lo largo y ancho de nuestra breve
y obsequiada vida, se adquiere, se mantiene y se engrandece con buenas dosis de
pereza, de poco esfuerzo, de sobrado pasotismo y, sobre todo, por la consciente
e inconsciente renuncia al bendito humano deseo de saber, de aprender y de
aprehender, con los sentidos, con la mente y el alma todo lo bueno que pulula
en nuestro rededor.
La IGNORANCIA, negrura interior, vacío en
alma hueca, enemiga de las libertades humanas y amiga de dolorosos
sometimientos, execrables dominios y lamentables abusos, siempre ha estado en
manos, ha dependido y ha sido propiciada por astutos poderes, por interesados
gobernantes y poderosos humanos. Macabros dueños y perversos administradores de
cuerpos, mentes y saberes de un adocenado y resignado género humano.
Y es este torpe género humano, personalizado
en millonarios menganitos y zutanitos, acomodados en un limbo de engañosos
materialismos, el que no quiere reconocer su IGNORANCIA y además, presume
públicamente de su raquítico saber. Produciendo en más de uno de los asistente
a la farsa del saber y no saber, del conocer y del IGNORAR, más sabios o menos
IGNORANTE, sonrojo, vergüenza ajena y un profundo pesimismo, de imposible
salida de tan siniestro pozo.
Muchos humanos IGNORANTES, en su pobre
caminar, siguen con la habitual práctica de entrar a zancadas, donde los sabios
temen entrar a pies juntillas, componiendo un ridículo catálogo, un mezquino
rosario y una morbosa antología de estupideces humanas.
En este carrusel o tiovivo de la IGNORANCIA,
de los que nadie se escapa, guardemos nuestras primeras piedras del pecado para
arrojarlas en otro mejor momento, seamos honrados con nosotros mismos y
juguemos, en el diario cotidiano, a limpiar, aunque sólo sea un poquito, la negrura
de nuestra gran IGNORANCIA.
Y para terminar este monólogo rural y urbano,
como atrevido saltimbanqui de la IGNORANCIA, compongo y dedico el siguiente
breve poema a aquellos que, en su efímero, fatuo, petulante y falso pedestal
del mucho saber, no acaban de reconocer que todos los humanos, con mayor o
menor intensidad, somos dignos representantes de la malvada IGNORANCIA.
A LA IGNORANCIA
Vecina, amiga IGNORANCIA,
compañera
indeseada,
dominadora
del Mundo
y
por todos denostada,
dueña
del atrevimiento,
de
la tontería humana,
enemiga
del esfuerzo,
ceguera
de simples almas,
camino del fanatismo,
del
fracaso, la antesala,
castigo,
sin culpa alguna,
por
causas interesadas,
de
flacas dormidas mentes,
en
el limbo, acomodadas.
Señora, amiga IGNORANCIA,
en
manos de altos jerarcas,
caprichosos
encargados
de
repartir rica masa,
de
cultura, de saberes,
de
libertadas sagradas,
tacaños
distribuidores,
usureros
de altas tallas,
vendedores
de miserias,
otorgadores
de nada,
interesados
padrinos
de
una ciencia minorada,
de
un raquítico saber,
de
una IGNORANCIA malsana.
Atrevidos IGNORANTES,
charlatanes
de hojalata,
torpes
comunicadores
de
los cuentos y la paja,
del
creer saberlo todo,
sin
apenas saber nada,
elevadores
del tono
en
causas disparatadas,
para
esconder la pobreza
de
argumentaciones vanas,
queriendo
tener razón,
con
mil chillonas palabras,
en
discurso enmohecido
con
óxido de pobre alma,
criados,
con claro deleite,
por
la IGNORANCIA malvada.
Estúpidos IGNORANTES,
parlanchines
de bravatas,
presumidos
fabricantes
de
monótonas palabras
presuntuosos
pregoneros
de
una oratoria barata,
olvidadizos
primates
de
su condición humana,
nacido
para aprender
con
mente y alma regaladas,
dignos
representantes
de
IGNORANCIA y burda fama.
IGNORANCIA
bien maldita,
mal
nacida, malcriada,
coraza
de pobre hombre,
ceguera
envalentonada,
presumida
intolerante,
por
el Mundo coronada,
reina
de la estupidez
y
de la torpeza humana.
Yo, atrevido juzgador
de
esta irremediable farsa,
modesto
versificador,
juglar
de época pasada,
y
enrolado, a mi pesar,
en
la IGNORANCIA pintada,
finjo
con tenue descaro,
dominio
de la palabra
y
me atrevo a componer
versos
de verdad amarga,
alma
de un triste poema
gotas
de IGNORANCIA humana.
Y entre tanto atrevimiento,
tanta
absurda payasada,
tanto
saber IGNORADO,
tanta
cultura olvidada,
tanta
pérdida de tiempo
y
tanta perversa nada,
me
quedo con el aforismo:
“Sólo
sé que no sé nada”.
Y
aplicándome el ungüento,
remedio
para andar por casa,
guardo
mi pluma y me marcho,
costumbre
bastante sana,
dando
oportunidad a otros
a
que empleen sus guadañas.
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