Miércoles, 24 de octubre de 2018.
A 211 días…
¡QUÉ SE MUERAN LOS
GUAPOS!
En determinadas ocasiones oímos a la plebe
decir con desdén – “¡Qué se mueran los feos!”, desde el bando de los
“guaperas”, de los favorecidos por la
belleza o por algún que otro mal-encarado y, por más, bastante ciego.
Hoy, elijo el antónimo, el antípoda, el
opuesto del citado dicho, y lo lanzo como vengativo grito a los espacios
etéreros:- “¡Qué se mueran los guapos!” y por qué este pobre juglar quiere
acabar de un plumazo, o de un plomazo, con todos los guapos, los bonitos, los
muy buen parecidos, los agraciados de cara, los guaperas, pues por las muchas
razones que enumero a continuación.
Encontrándome en
el bando de los del “montón”, limbo injusto, donde uno no es chicha, ni limoná;
donde uno no sabe para dónde tirar, para la envidia o para el orgullo; donde se
cuecen las habas de los mediocres y de los sucedáneos, no puedo sentirme
satisfecho y, al tiempo, me salen multitud de granos de envidia podrida y
cochina, al no poder quejarme de la fealdad de unos, ni alegrarme de la belleza de otros. ¿Quién puede sentirse
satisfecho y cómodo a la mitad del camino entre el guapo de pecado y el feo de
insulto?
Por otro lado, ¿Qué haría este mundo sin
guapos y sin feos? Aburrirse con los “entreveraos”, porque nosotros, los
corrientes, somos casta gansa, incapaces de llegar a las alturas de los guapos
y de los feos. Ambos dos, feos y guapos o guapos y feos, alardean con mala
leche de sus alcances, de sus logros, de sus provechos, mientras nosotros, los
equidistantes, los de en medio, padecemos el síndrome de la indiferencia, por parte del respetable.
El ser guapo te coloca en la cúspide de
todo. Los guapos y las guapas (para que no haya enfados, ni enfadas) tienen un
plus bastante gordo, en el teatro, en el cine, en la televisión, en la
publicidad, en la moda, en el ligoteo y el pijoteo de diario. Por eso los quiero a todos muertos,
para tener la esperanza de medrar en los campos citados anteriormente, sin la
presencia de ellos.
Los guapos pueden tener malas ideas y ser
unos auténticos malajes, pronto serán perdonados; los feos malos son castigados
más por feo que por malos, y, nosotros los de en medio, para ellos, no
existimos, somos nada, somos humo a punto de expirar.
Un guapo mal vestido, harapiento y
descalzo, sucio por dentro y por fuera, sigue llamando la atención por su
guapura, un feo, feísimo, llama la atención siempre, mientras que uno de
nosotros, enrolado en el caduco centro, ni las ve , ni las huele.
Y en estos casos no valen los términos
medio como virtud, ni como excusa para salvar el pellejo, o se está en un lado,
en el otro o en el de en medio. Y que nadie se muera por ello.
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