miércoles, 7 de noviembre de 2018

Al rescate de Calabuig 2


Miércoles, 24 de octubre de 2018.
A 211 días…

¡QUÉ SE MUERAN LOS GUAPOS!

     En determinadas ocasiones oímos a la plebe decir con desdén – “¡Qué se mueran los feos!”, desde el bando de los “guaperas”, de  los favorecidos por la belleza o por algún que otro mal-encarado y, por más, bastante ciego.


     Hoy, elijo el antónimo, el antípoda, el opuesto del citado dicho, y lo lanzo como vengativo grito a los espacios etéreros:- “¡Qué se mueran los guapos!” y por qué este pobre juglar quiere acabar de un plumazo, o de un plomazo, con todos los guapos, los bonitos, los muy buen parecidos, los agraciados de cara, los guaperas, pues por las muchas razones que enumero a continuación.



    Encontrándome en el bando de los del “montón”, limbo injusto, donde uno no es chicha, ni limoná; donde uno no sabe para dónde tirar, para la envidia o para el orgullo; donde se cuecen las habas de los mediocres y de los sucedáneos, no puedo sentirme satisfecho y, al tiempo, me salen multitud de granos de envidia podrida y cochina, al no poder quejarme de la fealdad de unos, ni alegrarme de la  belleza de otros. ¿Quién puede sentirse satisfecho y cómodo a la mitad del camino entre el guapo de pecado y el feo de insulto?

     Por otro lado, ¿Qué haría este mundo sin guapos y sin feos? Aburrirse con los “entreveraos”, porque nosotros, los corrientes, somos casta gansa, incapaces de llegar a las alturas de los guapos y de los feos. Ambos dos, feos y guapos o guapos y feos, alardean con mala leche de sus alcances, de sus logros, de sus provechos, mientras nosotros, los equidistantes, los de en medio, padecemos el síndrome  de la indiferencia, por parte del respetable.

     El ser guapo te coloca en la cúspide de todo. Los guapos y las guapas (para que no haya enfados, ni enfadas) tienen un plus bastante gordo, en el teatro, en el cine, en la televisión, en la publicidad, en la moda, en el ligoteo y el pijoteo de  diario. Por eso los quiero a todos muertos, para tener la esperanza de medrar en los campos citados anteriormente, sin la presencia de ellos.

     Los guapos pueden tener malas ideas y ser unos auténticos malajes, pronto serán perdonados; los feos malos son castigados más por feo que por malos, y, nosotros los de en medio, para ellos, no existimos, somos nada, somos humo a punto de expirar.

     Un guapo mal vestido, harapiento y descalzo, sucio por dentro y por fuera, sigue llamando la atención por su guapura, un feo, feísimo, llama la atención siempre, mientras que uno de nosotros, enrolado en el caduco centro, ni las ve , ni las huele.

     Y en estos casos no valen los términos medio como virtud, ni como excusa para salvar el pellejo, o se está en un lado, en el otro o en el de en medio. Y que nadie se muera por ello.

 


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