Martes, 30 de octubre de 2018.
A 205 días…
¡VAYA TELA, SI LO SÉ NO VENGO!
A LA CONQUISTA DE VILLA JAVIER, CASA RURAL EN SAYALONGA
(MÁLAGA)
Vaya pedazo de
nube y valiente manta de agua nos regaló la susodicha. Se abrieron al mismo
tiempo todas las goteras del cielo y descargaron, inmisericordes, su preciado
cargamento acuoso sobre todos nosotros, atrevidos viajeros automovilísticos.
Sabemos que el
agua es necesaria pero que nos llegue, poquito a poquito, sin hacer daño y a
gusto de todos, no toda de una vez. Que por más que estemos avisados, nos
parecerá siempre inoportuna, exagerada y dañina.
Y para colmo de
los colmos, la parte final del viaje se convirtió en “odisea”, difícil de
silenciar y de olvidar. No quiero ser hiperbólico en mi narración, ni pienso
ser el “aguafiestas” de turno al contar la desagradable experiencia vivida. La
carretera de Algarrobo a Sayalonga, penúltimo tramo a recorrer antes de llegar
a nuestro futuro alojamiento en Villa Javier, de película de terror, estrecha,
sobrada de curvas, bastante pendiente, con algún que otro pequeño
desprendimiento, nada señalizada y para que contar más atributos negativos,
como los barrancos profundos a uno de los lados de la misma. Y todo ello bajo
una pertinaz, terca y abundante lluvia que contribuía a una apreciación más
negativa todavía del camino.
Un obligado
alto en el camino antes de iniciar la subida a Villa Javier, punto y final de
la desagradable subida.
Había que
reponer fuerzas, nuestros estómagos demandaban reposición alimenticia. Lugar
elegido el restaurante Casa Mari. Lo comido muy bueno. El estofado de carne con
papas a celebrar; los calamares y el pulpo a la gallega (bastante picante,
aunque no por ello, quedaran sobras) y las costillitas de cordero, buen bocado.
El postre variado y el cafelito (a no perdonar) el menú. El precio y el
servicio a destacar.
Al buen rato de
la comida siguió lo más desagradable del viaje. La subida a la casa rural
elegida. Algo menos de 2 kilómetros que nos parecieron eternos. Se iniciaba con
una prolongada subida de una pendiente increíble y en cada metro de subida,
aumentaban los obstáculos, falta de asfaltado, estrechamiento (no cabían dos
coches enfrentados) piso desigual, desprendimientos, curvas peligrosas, camino
de cabra, baches y socavones, torrenteras y agua a manta. ¿Quién da más? Cuando
al fin llegamos a la casa, disparada la tensión, con guardado y disimulado
pánico en todos los bolsillos, prometí y pienso cumplirlo, que no volvería a
hacer este camino hasta el día de la vuelta (por obligación)
La casa no
merece un camino tan hijo de su madre. Bien costeada y bien construida. Un
salón y una cocina completa, con todo lo necesario para vivir. 6 habitaciones
en tres plantas (2 - 3 - 1) con 3 aseos. Un exterior amplio con piscina y una
gran barbacoa cubierta con todos los utensilios nece4sarios para su
funcionamiento (mañana tendremos ocasión de comprobar sus aparentes bondades)
Sorteamos, como
de costumbre, las habitaciones. Nos acomodamos en ella. Llegada la hora de
cenar, cumplimos con nota y a descansar, que lo teníamos merecido después de
tanto trajín viajero.
Mañana, Dios
dirá y nosotros a conformarnos con lo que nos venga encima.
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