Miércoles, 20 de junio de 2018.
A 338 días…
CARITAS DE VIAJE.
Los viajes de y por placer, imprimen en nuestros rostros rasgos de
manifiesta felicidad, mejora nuestras expresiones faciales e incluso, nos
movemos con más ligereza que de costumbre. En fin, que todo el cansancio a
acumular en el viaje viene precedido, casi siempre, de una inconsciente mejoría
anímica y física.
Hoy, Clemente y los suyos, los Franco, suegros, cuñados y descendientes
de todos ellos (hasta 13, incluidos los pequeños y una de las tías, Mercedes)
inician un atractivo crucero por el Mediterráneo, graduándose en primerizos
viajeros de este tipo de experiencia náutica.
Hasta aquí, todo rodeado de absoluta normalidad. Anoche cumplimos el
obligado precepto de una pequeña y familiar despedida acompañada de nuestros
manifestados deseos de un total y grande disfrute del proyectado viaje. Pero,
he aquí, que a la intempestiva hora
mañanera de un poco más de la siete (de
la madrugada) suena, insistente y tozudo, el móvil. Llamada de Clemente
pidiéndonos el “favor” de localizar en su casa el móvil de Estela, olvidada e
imprescindible herramienta de trabajo y llevárselo a Sevilla (Estación de Santa
Justa) antes de su partida, en el AVE, hacia Barcelona. La maquinaria de
sufridos padres, dispuestos a casi todo, se pone en marcha. Localizar las
llaves de la casa de Clemente y Estela, quitar la alarma, encontrar el
susodicho móvil, volver a poner la alarma, salir para Sevilla y encontrarnos,
en la entrada de la Estación sevillana, con ellos. Todo salió según lo previsto
y la misión se cumplió satisfactoriamente para todos nosotros. Los Franco
viajan en el AVE hacía Barcelona; nosotros, rompiendo la rutina diaria, nos
damos el homenaje de desayunar en la Estación visueña y regresamos al hogar a
cumplir con las obligaciones de amos de casa. Siempre nos ocurre igual, cuando
madrugamos, alargamos los días, lo aprovechamos al máximo y nos preguntamos por
qué no nos levantamos antes, para “vivir” más horas, despiertos.
Mañana, nuestro Ángel mayor, se verá obligado a viajar sólo a Londres.
En este obligado viaje de trabajo, excepcionalmente, no aparecerán, en su rostro, las señales de felicidad expuestas
en el principio de este contar. Primera y dolosa separación, de su Ángelito
que, de seguir como hasta ahora, terminará convirtiéndose en un “Ágelazo”.
Seguro contará los segundos, los
minutos, las horas y los días para disfrutar de nuevo de su olor, de su calor,
de su minúsculo y gratificante todo.
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