“ACARAMELAÍTO”
VENGO
Ábreme, Rosa, la puerta.
que
“acaramelaíto” vengo,
y
me acuerdo de tu padre,
que
Dios lo tiene en el cielo,
por
ser buen padre y marido,
por
ser superior abuelo.
Cuando unos tintos tomaba
y
alcanzaba un punto bueno,
siempre
decía a su Niña:
“Acaramelaíto”
vengo.
Y
la Niña de sus ojos,
que
lo quería contento,
lo
miraba y le decía:
¡Vaya,
si vienes bien puesto!
y
los dos se sonreían,
intercambiándose
besos.
Yo, como maestro y alumno,
me
apunte a aquel proyecto,
porque
el tinto es buena cosa
y,
mucho mejor son los besos
que
me dispensa mi Rosa,
sí
“acaramelaito” llego.
Aunque
no es bueno pasarse,
ni
en los tintos, ni en los besos,
que
los besos de rutinas,
saben
a besos muertos,
y
el tinto, cuando se abusa,
da
fatigas y mareos.
Aunque no tenga costumbre,
yo
quiero darte un consejo:
“Sí un poco
achispado llegas
a
tu casa o a un convento,
dile
a tu mujer y a Dios:
“acaramelaíto”
vengo,
y
verás como te absuelven,
tu
mujer y el Dios Eterno,
porque
quieren para ti,
lo
mejor del mundo entero.
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