PERDER LA
INOCENCIA, HOY
Caminan
los inocentes
cada
vez con mayor prisa,
dejando
atrás su inocencia
al
doblar cualquier esquina.
La inocencia, dama, ayer,
hoy,
jovencísima niña,
la
pierden pronto sus dueños,
en
vertiginosa orilla,
de
adelantos imparables,
tributos
de breve vida.
El niño aprende bien pronto
a
manejar nuevas fichas
que
los adultos gastamos
en
el juego de la vida,
abandona
su inocencia,
a
cambio de mil heridas
que,
el mundo de los mayores,
le
regala al nuevo día.
Perder la inocencia, hoy,
es
tarea bien sencilla.
La
tele, con sus reclamos,
la
calle con sus movidas,
el
sexo con sus placeres,
los
vientos de la desidia,
el
fracaso de los padres,
el
alto nivel de vida
y
otros muchos atractivos
que
la modernidad destila,
se
encargan de difundir,
la
ya sabida noticia,
de
que la pobre inocencia
es
etapa bien cortita.
¿Quién pudiera retornar
a
la inocencia perdida,
y
volver a ser el niño
que
duerme en la lejanía,
inabordable
pasado
compendio
de mi desdicha?
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