DECORADOR
IMPOSIBLE
A la orilla del alcor,
mirador
sobre la vega,
voló
mi imaginación,
en
busca de vistas nuevas,
que
despertaran mis ojos
de
su caduca ceguera.
Decorador me sentí,
de
aquella cercana tierra
y,
con alocadas prisas,
cambié
lo que había en ella:
Decoré
el celeste cielo
con
gaviotas marineras;
mil
olas de blanca espuma
deslicé
sobre la vega
y,
sobre la mar, sembré
un
oasis de palmeras.
Mis
ojos se encandilaron
con
la iniciada tarea,
y
seguí yo, decorando
lo
que encontré por mi vera.
Y
decoré los caminos
con
finos polvos de estrellas,
y
en el aire coloqué
miles
de puertas abiertas
para
que salgan y entren
riadas
de palabras nuevas.
Un
vértigo placentero
se
enredaba entre mis piernas,
mientras
la loca locura
libaba
en vieja colmena,
Y
decoré las fachadas
con
arabescos de seda
y
al pueblo le coloqué
tejado
de bellas tejas,
para
que el agua de lluvia
se
deslizara por ellas.
Una
mirada perdida
se
enamoró de la Muela,
y
me ayudó a decorarla
con
burbujas de acuarela,
con
escarchas azuladas
y
perlas de agüita fresca.
La locura fue creciendo,
como
las mentiras ciegas,
nada
quedó por cambiar,
nada
escapó de la quema.
El
sol, la luna, los vientos,
todos
cumplieron condena.
Pasada gota de tiempo,
desperté,
sin darme cuenta,
y
todo volvía a ser,
igual,
como hace un rato, era.
Nunca
podré yo saber,
por
muy sabio que me crea,
que
es mejor para mi vista,
lo
real o las quimeras,
aunque
resulta bien grato,
perder
algo la cabeza,
en
inventar nuevos mundos
de
efímeras existencias,
para
pensar, que la vida
puede
ser de otra manera.
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