ROMANCE DE UN IMPOSIBLE (Cuento)
En un pasado olvidado,
de la historia de los hombres,
hubo, una vez, un señor,
de corazón grande y noble,
de cabeza despejada
y bondadosas acciones,
que quiso cambiar el mundo,
borrar de él, los horrores,
pintar las horas, los pueblos
con novedosos colores
de abundancia, de justicia,
de paz y panes salobres,
cambiar el viejo tic-tac
de los caducos relojes,
por hermosas melodías,
para envolver a los goces.
Sólo una cosa mandó,
a todos sus seguidores,
un precepto bien sencillo,
una muy proverbial orden,
publicada en un edicto,
guardado en pequeño cofre.
En el tiempo del Señor,
rondando el año catorce,
los vecinos de aquel pueblo,
anclado en viejos alcores,
por obligación, tendrían,
que cumplir la nueva orden,
que el buen señor del lugar,
firmó, arropado en la noche,
entre velas flameante,
y viejos candiles de bronce,
con una gran pluma de ave,
de un blanquecino alimoche,
después, sellado y lacrado,
como era costumbre, entonces.
La orden del buen señor,
aunque tuvo algún reproche,
la mayoría, la acepto,
y la cumplió día y noche,
mejorando, por momento,
la vida de aquellos hombres,
fueran mujeres o infantes,
ricachones o algo pobres,
de costumbres avanzadas,
abuelos o gente joven,
todos, con el mismo hacer,
todos, conformes y acordes,
cumplían con el mandato,
a rajatabla, señores,
si señor, a rajatabla,
sin grietas, ni deserciones
y, aunque les parezca extraño,
jamás se escucharon voces,
malos modos, incumplimientos
de aquella bendita orden.
Pasados años y siglos,
no se sabe cuándo y dónde,
el relajo de costumbres,
llevó a la tierra el desorden,
volviéndose al triste caos,
a los añosos reproches,
al mundo que no nos gusta,
ni de día, ni de noche.
Y aquí termina el romance,
del señor y su gran orden,
que pudo cambiar el mundo,
y la vida de los hombres.
¡Ah, a lo largo del romance, a este desmemoriado aprendiz de juglar, se le olvidó descubriros el contenido del edicto de aquel gran señor. El mismo decía:
“Un día cualquiera del año XIV del Señor.
Como señor de esta villa alcoreña,
ORDENO Y MANDO:
Que todos los amigos y vecinos de esta villa, a partir de hoy, están obligados, sin excusa de ninguna clase, a ser FELICES y a hacer FELICES a todos los que lo rodean y a los que encuentren en caminos, veredas o cualquier lugar de este mundo.
Si alguno no cumpliera esta orden, se les inyectará, las veces que sea necesaria, la recién inventadas vacunas de la FELICIDAD.”
El teatro TOTAL.
Hace 1 mes
Bonito romance, hoy me quedo con la vacuna de la felicidad.
ResponderEliminarFrancisca, ojalá existieran estas clases de vacunas.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
Abrazos