Nos gustaba ver los niños
que con circo disfrutaran,
que aplaudieran con gran brío,
que ríense con toda el alma.
Que mucho miedo sintieran
cuando el domador se entraba
con las más enormes fieras
en aquellas jaulas altas.
Con sus rostros embobados
cuando grandes saltos daban
o con los ojos tapados
al ver como otros volaban.
Cuán felices se sentían
con los golpes que se daban
los payasos, que se reían
de sus bromas tan pesadas.
Porque éramos nosotros
igual que la chiquillada,
con idénticos modos
y con las mismas miradas.
Con el paso de los años
oportunidad nos daban,
un buen contrato firmamos
hasta una fecha marcada.
Cuando dieciocho cumplamos
la libertad será dada,
aquí podremos quedarnos
o volver a nuestras casas.
Y qué tenéis decidido,
Cecilín le preguntaba.
Yo no soy adivino,
será problema de cada.
Terminada la función
el público alegre marcha,
la soledad del rincón
de pronto se ve alterada.
Jóvenes bastante raros
y con las caras pintadas
a Cecilín han rodeado
y muchas bromas le gastan.
Uno le tira del pelo,
otro le da una palmada,
un grito lanza un pequeño
y el más alto hace la rana
Después de aguantarlas todas
surgen miles risotadas
y formando enorme bola
todos con fuerza se abrazan.
¿Por qué no os venís conmigo,
regresando a vuestras casas,
seríais bien recibidos
y la vuelta celebrada?.
                                       Costa Ballena, 2 de Septiembre de 2025
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