Sábado, día 26 de agosto
COINCIDENCIA, AUNQUE ME LO TEMÍA
No
sé si el dicho será así o no, pero en el fondo su sentido sí que lo es: “Cada
cual en su casa y Dios en la de todos”. Con qué facilidad se dicen las cosas;
claro que, el Señor no molesta ni incordia, ni aumenta el gasto ni el trabajo; aunque
sí nos puede hacer pensar a la vista de como somos y actuamos, cosa que
fácilmente en el mundo que nos ha tocado vivir nos permite alejar de nuestra
mente, porque no es oro todo lo que reluce y por aquello también de que del dicho al hecho hay un buen trecho. Que
cada cual prefiere su casa parece evidente, pues así nadie rompe tu intimidad
ni tú la del vecino. Bueno, así debía de ser, lo que no siempre se consigue;
sobre todo, si te toca un vecino que no sabe o no quiere saber de dichos ni de
refranes.
Y
cuando el número de moradores se duplica con el aceleramiento del trabajo la
multiplicación del gasto, la ausencia de detalles, etc., etc., se da o también
se origina una alteración de la “adrenalina”, que de alguna forma tiene que
brotar, salir a flote, y entonces cualquier menudencia puede ser el detonante
que hace explosionar la bomba de la histeria.
Posiblemente
fuera una coincidencia, pero de verdad que me lo temía; por ello, mantuve la
calma y no fueron dos las bombas que explosionaron. Claro que tal esfuerzo te
deja secuela durante casi todo el día y nuevamente volver a empezar. Siendo lo
peor fue que todo se originó por
“quédate aquí o allí”·, porque
comida había de sobra.
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