297 .- ¡HOLA!
¡Hola!, le dije a las olas,
por ver que me contestaban,
y a penas pasó un instante
en mi oído susurraban:
"Saluda pronto a la mar,
que está contigo enfadad,
por no haberla saludado,
cuando llegaste a la playa".
Sorprendido me quedé,
ante respuesta tan rara,
y sin perder un momento,
con voz serena y bien clara,
¡Hola!, le grité a la mar,
¡Hola, mar de mis entrañas!
conmigo, tú no te enfades,
que eres tú, mi alma salada,
siempre compañera mía,
a donde quiera que vaya.
Nada tuve que decir,
después de aquellas palabras,
para lograr mi deseo,
a la mar, desenfadarla.
¡Hola!, le dije a la brisa,
que refrescaba mi cara,
por ver si me respondía,
como las olas saladas.
La brisa me contestó
con silbos de notas blancas,
hechiceras melodías
que, en mis oídos, jugaban.
El viento, muerto de celos,
no quería que me hablara,
abrió sus recios pulmones
para borrar las baladas
que la brisa marinera,
con placer, me dedicaba.
Miré con desprecio al viento,
mientras la brisa lloraba,
por culpa del majadero
que, de mí, la separaba.
¡Hola!, yo le dije al sol,
por ver si me consolaba,
y el sol, engreído rey,
de mis lamentos pasaba,
empeñado en calentar
la fina arena dorada,
los cuerpos de los bañistas
y a la mar, su enamorada.
¡Hola!, le dije a las dunas,
a los juncos, finas cañas,
a las altivas palmeras,
a las aguas y a las plantas,
a la elegante gaviota,
a las arenas mojadas,
a los peces de la mar,
al aire que respiraba,
y a aquel festivo milagro
que, con place, me abrazaba,
por ver allende, a lo eterno,
contentos, me acompañaban.
El Viso del Alcor, 21 de Febrero de 2023
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