Experimento dedicado, con mucho cariño, a mi familia y de forma muy especial a todos mis ÁNGELES visibles e invisibles.
24 de mayo de 2018.
A 365 días…
LAS BODAS.
Son muchas las BODAS a celebrar. Apartado del tema de los divorcios donde cada uno, con su cada una, construyen sus respectivas anulaciones de éstas, abriendo puertas, hoy con inusitada frecuencia, a nuevas repeticiones de esta primeriza celebración, señalo listado de las mismas: En primer lugar, la BODA a secas, la de apariencia eterna, “lo que Dios una, que no lo separe el hombre”, la del “para siempre”, la de “para toda la vida”, la de buscar ansiosamente, fecha, lugar de celebración, excelente catering, lista de invitados (siempre problemática), cura celebrante, padrinos, damitas y damitos, ropaje de los novios y testigos, y un largo etcétera de aditivos y complementos, sin los cuales, la Boda quedaría incompleta, ante los ojos de los criticones de turno, que siempre los hay. Después de este primerizo ensayo de Boda, nos llega la segunda, la nominada BODAS DE PLATA. Aquella que nos permite hacer público, si no hay hipocresía, que acertamos en las respectivas elecciones, en la unión, en la superación del aguante mutuo y, como grande premio, en la continuidad del amor de la pareja como carburante imprescindible para la supervivencia de la misma. El listado de celebrantes de la tercera, las BODA DE ORO, mengua en el correr del tiempo, mientras crece el número de viudos y viudas, estado que imposibilita, a pesar de muchos, la apreciada y deseada celebración. En ella encontramos, en la mayoría de sus casos, la confirmación del éxito matrimonial, la fortuna de disfrutar con la pareja de un amor diferente, menos pasional, menos carnal, más auténtico, más comprensivo, menos exigente, menos egoísta, más sabio y justo y, sobre todo, más necesario. En cuarto lugar, encontramos las BODAS DE PLATINO, premio para un número muy reducido de parejas que, más que todo, estarán pensando en sobrevivir dignamente, lejos de celebraciones.
Me casé porque yo quise
con la mujer de mis sueños,
con la madre de mis hijos,
con la abuela de mis nietos.
Me casé, morena mía,
en la iglesia de tu pueblo,
porque quise yo cambiar
mi estigma de forastero,
sin poderme imaginar
que, en el transcurrir del tiempo,
los vecinos de tu alcor,
me otorgaran el gran premio
de nombrarme hijo adoptivo
y vecino predilecto.
Me casé, en segunda nupcias
con la dama de estos versos,
por cumplir Bodas de Plata,
en aqueste Alcor Visueño.
Y si el tiempo no lo impide
nos casaremos de nuevo,
para firmar Bodas de Oro,
¡Vaya tela, que gran premio!
Me casé, mujer visueña,
escribiendo versos nuevos,
natos en los desvaríos
de este trovador viejo
que, entre dudas y certezas,
quiere conseguir sus sueños
de cumplir cincuenta años,
junto a ti, querido cielo.
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