Domingo, 27 de mayo de 2018
A 362 días de nuestras BODAS DE ORO.
Casi cincuenta años juntos dan para mucho. Mucho bueno, mucho malo y mucho, más todavía, ni bueno, ni malo. A lo largo y ancho de este periplo viajero, de esta peregrinación a un final desconocido e incomprendido, cincuenta años es nada, es mota de tiempo, es breve prólogo, es historia inacabada, es viaje inconcluso, es pura ensoñación.
Pero, como siempre ocurre, llegará el esperado 24 de mayo de 2019 y, en un suspiro, se agotará, se auto inmolará y se irá a vivir a una habitación del pasado, vestido de juguetón y engañoso recuerdo. Y sólo y paciente esperará ser reclamado por algunos de nosotros. Y así, hasta el final de los tiempos.
Cuando lleguemos a los cincuenta años y celebremos nuestras BODAS DE ORO, habremos convivido juntos dieciocho mil doscientos sesenta y dos días y medio (contando el regalito de algunos días de los años bisiestos de esos 50 años) La relatividad de todo y de todos determinará la largueza o la parvedad de estos curiosos datos. Como celebrante no experimentado, me parece corto, fugaz, efímero el tiempo transcurrido. No sé lo que pensará Rosa de ello, tendría que preguntárselo. Lo que si doy por sentado es que, al final del recorrido, mereció la pena la vital experiencia e inmejorables han sido los frutos de la misma.
para el caminante experto
larga la senda se muda,
para el que anda con miedos,
para el que gasta su vida
en aborrecibles juegos,
para el que busca la gloria
al pie de un estercolero.
Fácil se hace el camino,
para el caminante serio,
largo se torna el peaje
para el que vive del cuento,
para el que arrastra su vida
entre locos y jamelgos,
para el que vende su alma
al portero del infierno.
Grato resulta el camino,
para el peregrino viejo,
que tuvo oportunidad
de hollar cuantiosos senderos,
dejando impresas sus huellas,
sobre la tierra y los cielos,
rúbrica de caminante,
inventor de nuevos versos.
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