Martes, 13 de noviembre de 2018.
Día de los DIEGO
A 191 días…
Son muchos los queridos Diego de nuestra
familia. Algunos ya se nos fueron para siempre, aunque nunca serán olvidados, y
son bastante los que nos quedan para disfrutarlos. Los tenemos de todos los
tamaños y formas: grandes, delgados, fuertes, pequeños, etc., pero todos ellos
tienen el rasgo común de ser muy buenas gentes o, por lo menos, así nos lo
parecen a nosotros.
Este año su onomástica ha caído el “13 y
martes” día no muy apreciado por los
muchos supersticiosos que nos rodean. Recuerdo que en la infancia, en
nuestra querida Melilla, cuando algo importante
ocurría en “13, martes y correo de Almería”, llevaba implícito el sello
de la mala suerte.
Aprovecho el comentario del días para dos
cosas: Para, desde aquí, felicitar efusivamente a todos los Diego y de manera
muy especial a los nuestros y, para rechazar el absurdo comportamiento
supersticioso de algunos mortales, que atribuyen a cosas, animales,
situaciones, etc., poderes negativos inexistentes. Tenemos un gran amigo,
situado en los primeros puestos del escalafón de supersticiosos, al que, no se te ocurra servirle una copa de vino con la mano
izquierda (aunque el servidor sea zurdo)
y menos, con la susodicha mano y para atrás (a la “remanguillé”, como se dice
por aquí) Que en un restaurante, vea o le pongan en su plato una pescadilla
mordiéndose la cola, es motivo de retirada, de huida, de bronca segura. ¡Qué
poder pueden tener los gatos negros, el pasar por debajo de las escaleras, el
mover y tener abierto los paraguas en locales cerrados y cubiertos, el arrastre de las sillas, el derramar la sal, el tocar las chepas de
los jorobados, etc., para influir en el destino de todo!
Termino tratando de escabullirme del
“sambenito” de si soy o no supersticioso. Creo que no, porque dicen que trae
“mala suerte”. ¡Ja, ja, Ja!
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