Miércoles, 26 de septiembre de 2018.
A 239 días…
CAMBIAR DE AIRE ES SABIDURÍA PURA.
Cuando el aire se vuelve pesado, sofocante, irrespirable, que bueno
resulta un cambio. El cambio de aire, deja de ser un dicho más o menos acertado
o afortunado, para convertirse en un paradigma sagrado del buen hacer.
Airearse con aire nuevo, con aire limpio, inmaculado, no contaminado, a
estrenar, es siempre un paso acertado hacia lo novedoso, con su carga de
incertidumbre, de desconocidos resultados,
pero que nos permite un necesitado renacer a la creación personal.
El
aire cotidiano, sobado con exceso, cargado de simpleza y reiteraciones, agotado por la monotonía, nos vence, nos
derrota, no nos sirve para una sana y provechosa continuidad, no nos aporta ni
una sola gota de energía para salvar lo insalvable. Cambiar de aire es la única
medicina posible para salir de lo anodino, de lo trivial, de lo pueril, de todo
aquello que nos arrastra a la mediocridad permanente, a lo chabacano, a lo sin
valor.
Por lo anterior, cambiemos de aire con frecuencia, cuando el cuerpo y la
mente nos lo pidan. Y al escoger un nuevo aire, sepamos elegir bien. No nos
limitemos a escoger por escoger, no nos conformemos con tomar el primer aire
que se nos acerque tratando de ganarnos para su causa.
Cambiar de aire a tiempo es recompensa segura, es premio, es galardón
para los inconformistas, para los que nos apuntamos, ha tiempo, al decir de
Pablo Neruda: “Confieso que he vivido”.
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