Domingo, 16 de septiembre de 2018.
A 249 días…
DOMINGO DOMINGUETE, A MANOLITO CON LOS
AMIGUETES.
Ya
se va convirtiendo en algo crónico e irreversible, lo de “Domingo dominguete, a
Manolito con los amiguetes”. No sabemos sin son sus gambas, erectas, sabrosas y
muy bien cocidas, si son sus precios, si es el revuelto de papas de solo los
domingos, si es su “animada conversación”, su “risa permanente” su “agobiante
movilidad”, su “apariencia de estar en este mundo sin enterarse de nada y, a la
vez, sin escapársele nada”. Estas cuatro últimas apreciaciones están expresadas
más en tono jocoso e irónico que reales. La verdad es que, nos sentimos a gusto
en su “Casa” y que el trato recibido, en la misma, propicia el que repitamos
las visitas con bastante frecuencia.
Siempre recordaremos el gesto lento, displicente, seco, frío, indolente,
de Manolito, indicándole a Rafael, sin palabras, con su dedo índice unas
cervezas sobre la barra, solicitadas con impaciencia por él, algún tiempo atrás
y que llevaban un buen rato sobre el mostrador a la espera de ser recogidas.
Manolito, personaje singular donde los haya. Fumador de los antiguos en
su manera de coger los cigarros y en las poses de fumador. Lamentando tener que
llamar la atención de los fumadores en los primeros momentos de la prohibición
tabaquera en los locales públicos. Siendo el primero en ocultar, con habilidad,
en su mano, un encendido cigarro y propiciar disimuladas caladas, en ocasiones,
imitadas por nuestro querido amigo Camilo, otro singular personaje.
No
podemos decir que Manolito sea una persona seria, poco agradable, enemigo de la
risa, intratable y pónganle cuantas “virtudes” de este tipo, quieran. Manolito
es un ser sabio, inteligente y sabedor de que los alardes gesticulares no
sirven, en su profesión, para nada y que
no está dispuesto a gastar o consumir sus energías verbales y corporales en
derrochar palabras y gestos innecesarios para ser un buen profesional en su
trabajo. Su equipo, integrado por su mujer, sus hijas y una buena cocinera,
mantiene el tipo, sobre todo en los días de agobio de comensales.
Para muchos, Manolito es el paradigma del “desaborío”, del desagraciado,
del “sieso manío”, del seco sequísimo. Nada de eso, Manolito sabe mucho de
discreción, de atender eficazmente a sus clientes, de no meterse en lo ajeno,
de callar cuando hay que callar y de hablar poco, para equivocarse lo menos
posible.
Manolito es Manolito, ser único e irrepetible en el mundo de la
repostería visueña. Y seguirá siendo así mientras viva y quizás, en el
recuerdo, cuando ya no esté en este mundo del yantar.
¿Dónde nos vemos el domingo
próximo?
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