ESTAMOS EN EL
INFIERNO
Con hilos de vieja rueca
se
tejieron los infiernos.
Sus
artesanos, los hombres,
inventores
de los miedos,
fabricaron,
a destajo,
variadísimos
modelos,
que
a sangre y fuego grabaron
en
catálogos modernos,
en
las mentes de los hombres
como
correctivo eterno.
Los infiernos de los hombres
tienen
propio alojamiento,
unos
están en la tierra,
rodeados
de misterios,
otros,
los más famosos,
al
otro lado del cielo,
En
vientres de adoraciones
se
gestaron los infiernos.
Entre
llamas y castigos,
inconmovibles
nacieron,
crecieron
como la hiedra,
para
acoger a los muertos,
y
será harto peliagudo,
acabar
con todos ellos,
mientras
los hombres se empeñen
en
avivarles sus fuegos.
Cientos de páginas blancas,
miles
de inservibles versos,
los
hombres precisaríamos
para
hablar de los avernos,
cientos
de mentes abiertas,
miles
de sueños conversos,
los
hombres precisaríamos
para
matar al infierno.
Son
cuantiosos los humanos
que
tienen su propio infierno,
para
algunos, merecido,
para
otros, sin merecerlo.
Cuando se quiebra el amor
cuando
se rompen los sueños,
cuando
la hambre cabalga
con
sus designios perversos,
cuando
la guerra se vive
como
rutinario juego,
cuando
el hombre mata al hombre,
cuando
la muerte es festejo,
cuando
las almas se venden
y
se subastan los cuerpos,
cuando
guardamos a Dios
en
sacos con agujeros,
cuando
la palabra es aire,
cuando
no sirven los versos,
no
tengáis ninguna duda,
ESTAMOS
EN EL INFIERNO.
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