Los hombres, recién creados,
han descubierto en el cielo,
a la Lunita redonda,
la dama del romancero,
sigue con su cara triste,
sigue menguando y creciendo,
sigue con su alma rota,
sigue penando y sufriendo.
Unos pocos locos hombres,
para acallar su tormento,
le han escrito mil poemas,
cartas, millones de versos
que a los cielos han mandado,
con mucha prisa, corriendo,
sobre diez carros de niebla
tirados por un joven viento.
Y otros pocos pobres hombres,
en el transcurrir del tiempo,
han querido conquistarla,
le han propuesto casamiento,
y traerla a la Tierra,
fracasando en sus intentos.
El Dios, que todo lo puede,
que del amor, es ejemplo,
que no hay amor imposible,
ni en sus libros, ni sus sueños,
por fin ha dado en la tecla,
con uno de sus inventos,
al que ha nominado Eclipse,
Eclipse de amor eterno.
La Luna redonda y blanca
Y el Sol, “Astro Rey” del cielo,
esperan, con impaciencia,
los instantes, los momentos,
los gozos y los placeres
de aquel celestial invento.
La Luna, fecunda dama,
sobrada de enamoramiento,
se acuesta sobre su Sol
y lo cubre por completo,
¡Ha estallado un gran amor
en los umbrales del cielo!
Los versos buscan descanso
en tálamos de silencios,
pero antes de marcharse
quieren darnos un consejo:
En los futuros Eclipses,
que admiréis en los cielos,
acordaos de la Luna
y del Sol, su compañero,
su amante y amado esposo,
de sus felices encuentros,
de su amor, de su grandeza,
y de su sabor eterno.
Y no lo miréis con fijeza,
ni por mucho largo tiempo,
que los ojos y las almas
sufren delirios extremos,
de amores y desamores,
de fijo enamoramiento,
como nos cuenta y nos canta
este romance de estreno.
El teatro TOTAL.
Hace 1 mes
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