LA JAULA DE EXTRAÑOS ZAPATOS ( IV )
Cuando
cesa su tocar,
cada
cual sigue sus pasos,
no acordándose de nada
de lo que le hubo pasado,
ni de la escuchada música,
donde se viera atrapado,
ni de aquel hombre que toca
una flauta de alabastro,
ni siquiera del vivir
de personaje tan raro.
La noche se viene encima
y él sigue con su descanso,
sin abandonar la plaza,
soledad está buscando;
las horas pasan y pasan
con un silencio bien largo,
la llegada del crepúsculo,
que va haciendo el día más claro
permite ver que el lugar
se encuentra deshabitado,
que el buen hombre de la flauta
marchose de allí hace un rato,
sin que persona supiera
donde dirige sus pasos.
En la ronda rutinaria,
que hoy toca al policía flaco,
al llegar a la plazuela
sus ojos son como platos
al comprobar que en un banco
yace el cadáver de un gato,
tan blanco como la nieve
y con sangre en sus costado,
como un grande lunar rojo
donde estilete clavaron,
que atraviesa el corazón
de aquel gato desdichado,
que con tan certero golpe
siete vida le quitaron.
no acordándose de nada
de lo que le hubo pasado,
ni de la escuchada música,
donde se viera atrapado,
ni de aquel hombre que toca
una flauta de alabastro,
ni siquiera del vivir
de personaje tan raro.
La noche se viene encima
y él sigue con su descanso,
sin abandonar la plaza,
soledad está buscando;
las horas pasan y pasan
con un silencio bien largo,
la llegada del crepúsculo,
que va haciendo el día más claro
permite ver que el lugar
se encuentra deshabitado,
que el buen hombre de la flauta
marchose de allí hace un rato,
sin que persona supiera
donde dirige sus pasos.
En la ronda rutinaria,
que hoy toca al policía flaco,
al llegar a la plazuela
sus ojos son como platos
al comprobar que en un banco
yace el cadáver de un gato,
tan blanco como la nieve
y con sangre en sus costado,
como un grande lunar rojo
donde estilete clavaron,
que atraviesa el corazón
de aquel gato desdichado,
que con tan certero golpe
siete vida le quitaron.
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