LA JAULA DE EXTRAÑOS ZAPATOS ( III )
¿Qué
buscará por aquí
sin nadie haberlo llamado?
¿Lo habrá traído un comerciante
para servir de reclamo?
¿Podrá ser un hombre anuncio
de jaulas y de calzados?
¿Por qué no tenerlo como
el más blanco de los magos?...
Él no se mete con nadie,
va pendiente de sus pasos;
eso sí, con sus ojuelos
va mirando a todos lados.
La chiquillería le sigue
a distancia, por si acaso,
los viejos, que pasan de él,
por ido lo están tomando
y las madres, con cautela,
toman sus críos de la mano
y con caminar bien firme
de aquel se van alejando;
tan sólo rompe el silencio
el maullar de muchos gatos,
que escapan cuando lo ven
como alma que lleva el diablo.
Animales que despierta
en él, el mismo rechazo,
encendiéndoles sus ojos
de roja ira, al contemplarlos,
como dos clavos de sangre
en medio de tanto blanco.
Tras de recorrer el pueblo,
todito, de cabo a rabo,
para conocerlo bien,
como cualquier parroquiano,
en la pequeña plazuela
donde existen varios bancos,
encuentra este visitante
su merecido descanso,
junto a él deja la jaula,
la trena de sus zapatos,
después llevará a su boca
su flautita de alabastro,
sacando de sus entrañas
mil notas llenas de encanto,
que compiten con mil trinos
de pájaros anidando,
creando una tal armonía
que el lugar parece sacro,
consiguiendo que las gentes
que por allí están pasando
queden presas de su música
sin que puedan evitarlo,
como si fueran movidas
por los sones de este mago,
perdiendo su voluntad
mientras sigan sonando.
sin nadie haberlo llamado?
¿Lo habrá traído un comerciante
para servir de reclamo?
¿Podrá ser un hombre anuncio
de jaulas y de calzados?
¿Por qué no tenerlo como
el más blanco de los magos?...
Él no se mete con nadie,
va pendiente de sus pasos;
eso sí, con sus ojuelos
va mirando a todos lados.
La chiquillería le sigue
a distancia, por si acaso,
los viejos, que pasan de él,
por ido lo están tomando
y las madres, con cautela,
toman sus críos de la mano
y con caminar bien firme
de aquel se van alejando;
tan sólo rompe el silencio
el maullar de muchos gatos,
que escapan cuando lo ven
como alma que lleva el diablo.
Animales que despierta
en él, el mismo rechazo,
encendiéndoles sus ojos
de roja ira, al contemplarlos,
como dos clavos de sangre
en medio de tanto blanco.
Tras de recorrer el pueblo,
todito, de cabo a rabo,
para conocerlo bien,
como cualquier parroquiano,
en la pequeña plazuela
donde existen varios bancos,
encuentra este visitante
su merecido descanso,
junto a él deja la jaula,
la trena de sus zapatos,
después llevará a su boca
su flautita de alabastro,
sacando de sus entrañas
mil notas llenas de encanto,
que compiten con mil trinos
de pájaros anidando,
creando una tal armonía
que el lugar parece sacro,
consiguiendo que las gentes
que por allí están pasando
queden presas de su música
sin que puedan evitarlo,
como si fueran movidas
por los sones de este mago,
perdiendo su voluntad
mientras sigan sonando.
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