SÁBADO, DÍA 11 DE ENERO
A LOS PÁJAROS NADIE LOS ENTIERRA
Cuando en el cuarto de aseo pequeño, que se improviso bajo el hueco de la escalera que conduce a la planta alta de nuestra casa, con el fin de no tener que subir a usar los de los dormitorios estando abajo, en ocasiones veo plumas pequeñas en su suelo e inmediatamente mi mirada se dirige a la rejilla que sirve de tapadera al hueco de salida de los malos olores del retrete cuando uno o más de uno descargas sus inmundicias en él.
Y allí veo, casi moribundo, extenuado por el esfuerzo de salir de aquella trampa que constituye el tubo que llega hasta la azotea, o me encuentro, como en otras ocasiones, al pájarillo ya sin vida, muerto, con olores también desagradables por su lenta descomposición.
Pájaros, a los que ya no podemos auxiliar; encontrándonos incluso con que no podemos sacarlos por la estrechez de las rejillas. Con el tiempo, se consumen dentro de su pequeñez y sus restos, con dificultad, son extraídos con paciencia y con la ayuda de unas pinzas, y terminan en el cubo de la basura, como algo que en su día fue orgánico.
Les ocurre como aquellos otros que se mueren en la calle, que pueden ser barridos o no y que nadie se ocupa de enterrarlos...
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