CELEBRACIÓN DE LAS BODAS DE ORO
Capítulo segundo
La primera de las sorpresas fue la contemplación de un pequeño pero coqueto templo al aire libre, donde existía, con anterioridad, la puerta de entrada a la bonita vivienda de “Los Antonios”, con sus correspondientes cortinajes y visión del interior del zaguán.
No faltaban ni el pequeño y bien decorado altar con un iluminado 50, ni las jamugas de los contrayentes, ni las bancadas de los más pequeños, ni la alfombra roja de los grandes eventos, ni las bonitas sillas de palilleros para los invitados, ni el calor y colorido de las mejores galas de los invitados.
Rosa, tan o más sorprendida que yo, sin esperar, producto de los nervios, a su acompañante, este modesto escribano, recorrió en solitario la roja alfombra, abandonándome momentáneamente en tan mágico momento. No dispuesto a perderla, inicié veloz marcha, contactando con las manos de los invitados que se me ofrecían en la veloz carrera, hasta colocarme a la altura de Rosa, y ya, más sosegados, dirigirnos a las pacientes jamugas, sin dejar de saludar y enviar besos a los presentes, qué entre risas, correspondían de la misma manera a nuestros afectuosos saludos.
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