Sábado, día 11 de febrero
DEJEMOS
LAS COSAS COMO ESTÁN
Ha muerto un hombre casi centenario, no sé si importante o no. Con su cargada vejez a cuesta era de los que aún se atrevía a usar el autobús para ir dos veces por semana del pueblo a la capital. Cuando pregunté por su aspecto me dijeron que casi siempre llevaba como algo substancial en él, la mascota y el bastón, así como el abrigo durante todo el año.
Me contaron que hace algún tiempo, ya cercano él a los noventa, cuando murió uno de sus hijos, alguien cercano a la familia y con intención de aliviarle su pena, le dijo que era una gran tristeza que su hijo, lógicamente mucho más joven había fallecido y él a su edad aún estaba con nosotros.
Y este le
señaló, sin dudarlo un instante, que lo
mejor era dejar las cosas como estaban.
Igualmente me indicaron que sus viajes a Sevilla tenían como intención la de encontrarse con su pareja, que con la paciencia de la vejez le aguardaba fielmente en la estación de autobuses.
El
rumor es bonito hasta en su tragedia, máxime cuando también me contaban que
hacía una veintena de días que murió ella.
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