LA JAULA DE LOS EXTRAÑOS ZAPATOS ( XVII )
El alcalde y sus ediles,
reunidos
en su despacho,
no saben lo que hay que hacer,
están bien desorientados,
hasta que a uno se le ocurre
acudir al hombre extraño,
aquel que en los calabozos
permanece encarcelado,
que por sus mismas rarezas
tiene pinta de ser mago.
Al llegar al calabozo,
bien dormido lo encontraron.
Lo despiertan con cautela,
sin prisas, con mucho tacto,
para evitar que esta acción
le provoque algún enfado.
Con sus ojos como fuego
que destacan sobre el blanco,
uno a uno, sin decir nada,
a todos los va mirando,
descubriendo en un instante
aquello que están pensando.
Cuando el silencio es más tenso
él mismo, supo cortarlo,
con una abierta sonrisa,
propia de genial payaso,
preguntando con gran sorna
para qué lo están buscando.
Como autoridad el alcalde
le propone “ipso facto”,
que libre lo dejará,
si pueden llegar a un pacto,
que los libre de ratones
como acabó con los gatos.
Con una gran risotada,
que deja a todos helados,
aquel hombre se incorpora
y dando ocho o nueve pasos
aproximase a la jaula
donde guarda sus zapatos,
a los que habla en lengua rara
como si fueran humanos,
dejando a los asistentes
aún mucho más extrañados.
no saben lo que hay que hacer,
están bien desorientados,
hasta que a uno se le ocurre
acudir al hombre extraño,
aquel que en los calabozos
permanece encarcelado,
que por sus mismas rarezas
tiene pinta de ser mago.
Al llegar al calabozo,
bien dormido lo encontraron.
Lo despiertan con cautela,
sin prisas, con mucho tacto,
para evitar que esta acción
le provoque algún enfado.
Con sus ojos como fuego
que destacan sobre el blanco,
uno a uno, sin decir nada,
a todos los va mirando,
descubriendo en un instante
aquello que están pensando.
Cuando el silencio es más tenso
él mismo, supo cortarlo,
con una abierta sonrisa,
propia de genial payaso,
preguntando con gran sorna
para qué lo están buscando.
Como autoridad el alcalde
le propone “ipso facto”,
que libre lo dejará,
si pueden llegar a un pacto,
que los libre de ratones
como acabó con los gatos.
Con una gran risotada,
que deja a todos helados,
aquel hombre se incorpora
y dando ocho o nueve pasos
aproximase a la jaula
donde guarda sus zapatos,
a los que habla en lengua rara
como si fueran humanos,
dejando a los asistentes
aún mucho más extrañados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario