miércoles, 10 de octubre de 2018

Al rescate de Calabuig 2



Viernes, 15 de junio de 2018.
A 343 días…

     UN EMPATE QUE SABE A INJUSTO Y A POCO PREMIO.

     Ronaldo, con sus tres goles, nos aguó el merecido triunfo, en el debut de España en el Mundial de Rusia, con una pequeña o grande colaboración de nuestro cancerbero, De Gea.

     El fútbol, lástima que se nos olvidara su nominación de “balompié”, es para muchos algo grande, algo vital, algo que sin él no se podría vivir actualmente; por otro lado, otros muchos, lejos del fanatismo de los primeros, lo consideran algo importante, fuente de substancial movimiento dinerario y de entretenimiento colectivo; otros, menos que los anteriores, pasan olímpicamente de él y por último están los que lo odian, principalmente  las amas de casa, sufridoras compañeras de los forofos de este deporte.

     El partido Portugal – España, el injusto empate entre ambas selecciones pasará al anecdotario del fútbol, sin más. Lo que si coleará es la noticia del fraude del famoso Ronaldo. 19 millones de euros y dos años de cárcel (a no cumplir) castigo por intentar engañar a la Hacienda Pública Española. Permítanme varías preguntas, inservible camino para sumarme al grupo de los desconcertados, aturdidos y cabreados  habitantes de este País, sobrado sobremanera de corruptos, defraudadores, tramposos, etc. colocados en la cima de la popularidad, convertidos en adorados “dioses”.

     El fútbol, la selección española, las grandes figuras, las modernas y monumentales instalaciones deportivas, los negocios, los fichajes, las cláusulas, los ultras, el loco fanatismo, lo incontrolable, y otras “menudencias deportivas”, están otorgando a este deporte mayoritario la categoría de “monstruo incontrolado”, de decadente “circo universal”, donde todo será válido y, lo nunca visto, será pan de cada día.

     Ronaldo, sé que las culpas de tu “endiosamiento”, de tu estar por encima de los pobres humanos de a pie, de tu inaceptable egocentrismo, de tu poder hacer lo que te dé la real gana y de otros muchos “pecados”, no la tienes tú, no naciste con ellas, no la mamaste, pero sí la engordaste, la acrecentaste y la elevaste a la categoría de insoportable y, en ocasiones, despreciable, con grito o sin grito animal, imitado hasta la saciedad por la grey infantil.

                                                    


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